jueves, 31 de enero de 2013

Va y viene, viene y va



El dolor va y viene, viene y va

Ligero como el viento,
raudo como la mar,
firme y con paso lento.

El dolor va y viene, viene y va

En la alejada esquina,
o a medio caminar,
te ataca y te intimida.

El dolor va y viene, viene y va

En la flor de la vida,
o en tus días, al final,
te atrapa y te domina.

El dolor va y viene, viene y va

Una alegría ahora,
un daño aun por pasar,
tan solo rememora,

Que el dolor va y viene, viene y va.



martes, 15 de enero de 2013

(1)


Caen las hojas de los árboles con cierta reticencia a abandonar las lustrosas ramas que pueblan; de la misma manera se desprenden las palabras de tu boca ante mis ojos. Observas con impotencia cómo se alejan de ti y van cayendo lenta y pausadamente hasta que, finalmente, tocan fondo. Tu inseguridad es visible y hay un brillo de preocupación en esas pupilas. Sé perfectamente qué es lo que te atormenta en estos momentos. Tienes miedo de que las palabras que acabas de liberar mueran olvidadas en un rincón de mi mente para no volver jamás. Que de todo lo que has dicho solo se pueda ver el humo de las palabras como si de una vela recién apagada se tratase. Dudas si quiera de que haya prestado atención a los vocablos que has intentado articular aparentando toda la tranquilidad del mundo. Estás asustado de la reacción que puedan causar en mi tales noticias; de que me ponga a gritar en cualquier momento como si fuera una demente. No te lo reprocho.

Lo que no sabes realmente es que cada una de las palabras que has dicho, por mínimas o insignificantes que hayan podido parecer, están guardadas como un preciado tesoro en cada recoveco de mi desordenada mente. Y ahí quedarán para siempre, pese a todos tus temores, seguramente inducidos por mi actitud. A pesar de todo lo que piensas en estos momentos, de que tus palabras, nunca mejor dicho, se han desvanecido en el viento y que no he prestado atención a nada de lo que has dicho, cada una de esas sílabas está tan ancladas en mi, que ni el más terrible de los huracanes es capaz de llevárselas.

Ante mi prolongado silencio, me suplicas que diga algo, que al menos te mire a los ojos. Pero mi boca parece haberse sumido en un voluntario pacto de silencio. Pasaron los minutos y nada. A pesar de ni si quiera alzar la mirada podía sentir que tu inquietud iba en aumento y tu angustia de la mano de ésta.

Llega hasta mis oídos un débil 'por favor' y sé que no podré aguantarlo mucho más. Te miro por un segundo a los ojos y no sé si eres capaz de captar el continuo pestañeo al que está sometido en estos momentos mis ojos. Me levanto de la silla no sin tambalearme y algo mareada y me dirijo directa a la puerta. Antes de llegar a mi objetivo noto que me agarras del brazo; no esperaba si quiera que fueras a seguirme. Eso ya empezaba a complicar mi impecable actuación y no podía dejar que las lágrimas me delatasen en el último momento.

-Suéltame. Es lo único que se me ocurre decir antes salir por la puerta y cerrarla a mi paso.

viernes, 4 de enero de 2013

Un refugio en un verso



En brazos de un antiguo y bello verso,
mecida en su tranquila melodía,
me quedé plácidamente dormida
tapada en las palabras y su peso.

Ya fuera por la certeza en los versos,
que mitigaban estas agonías,
o porque como una nana crecían,
y dominaban todo mi universo,

fui acogida por la red de Morfeo
olvidando este horrible cementerio,
sumiéndome en una bella ceguera.

Y usando ese verso como trofeo,
me libro de mi propio cautiverio,
hasta el día en el que con suerte, muera.



El fuego de lo eterno

Junto al fuego de lo eterno, se evaporan días tras día las lágrimas de lo efímero. Se derriten los momentos congelados, se convierten en agua y se alejan de nosotros hacía los interminables océanos donde finalmente se ahogan. Allá lejos, en esos mares de tiempo, mares de retazos, mares de imágenes, allá lejos, un pedazo de nosotros se sale de los márgenes de nuestro libro y muere entre nuestros propios brazos. 

Junto al fuego de lo eterno, que arde dentro de nosotros, se extinguen las palabras que cultivamos noche tras noche. Palabras que se derriten cual vela en la cálida noche, cual cuerpo interrogante acercándose a la resplandeciente mañana. Se alejan de nuestro cuerpo, lentamente, dejando un espectro que se va desvaneciendo con el paso de los días. Y de esta manera, otra parte más de nosotros, muere ante nuestros propios ojos.

Junto al fuego de lo eterno, se queman demasiados sueños; sueños de una vida, sueños que, día tras día ganan fuerza, pero que a la vez se van rindiendo al calor del inagotable fuego. Se desvanecen y nos olvidamos de ellos, no nos acordamos si quiera de que alguna soñamos y nos sometemos a la desdichada realidad. Y, así, la parte más esencial de nuestra mente, muere por esta desafortunada suerte.

Junto al fuego de lo eterno, que siempre está prendido, nos vamos apagando cual fuego efímero. Nos consumimos en un espectáculo digno de ser contemplado, y, lo único que al final dejamos, es un puñado de negruzcas cenizas. Y así, es como morimos por completo, contemplando el fuego de lo eterno.

miércoles, 2 de enero de 2013



Avanza con paso lento, pero firme; evitando que haya lugar para el más mínimo error. Equívócate con la mayor de las seguridades, encuentra el error aunque no lo busques, y retrocede unos pocos pasos. Peléate con la duda de si el siguiente pie que debes poner es el izquierdo, o por el contrario, el derecho; de si tienes que seguir hacia delante, o si tienes que deambular en círculos durante un tiempo.Elige destino, nunca te dejes arrastrar; elige tu camino, aquel que deseas verdaderamente y no aquel que sea el correcto. Sigue avanzando cuidadosamente, como si a cada nueva pisada todo fuera a resquebrajarse en mil pedazos de fino cristal. Continúa tu viaje con el miedo de perder absolutamente todo lo que te importa y con la certeza de que no lo perderás jamás; fiándote de esa extraña eternidad que creemos que protege lo que amamos en esta vida. Para durante el trayecto, déjate abrazar por la oscuridad para conseguir ver un rayito de hermosa claridad. Es la única manera de seguir caminando hacia nuestro ansiado destino. Piensa detenidamente qué es lo que quieres de esta vida y qué quieres hacer de ella. Ríe como si cada carcajada pudiera curar heridas. Llora gotas de lluvia salada para dejar libre y clara tu mente y con ello sus ideas. Haz mil y una cosas que hagan llevadero tu trayecto, pero también que lo compliquen.
Lo más importante con cada paso que avances no consiste en el azar o en la suerte sino en mantener siempre la mente centrada en su destino, la cabeza bien alta, y el corazón firme y fuerte.