miércoles, 27 de febrero de 2013

¿Qué es?


Comienza a caer la primera pieza del juego. Apenas reconoces nada de lo que queda al descubierto. Con la curiosidad de descubrir que hay detrás aumentando cada minuto, cae la segunda pieza; poco más se distingue que con la caída de la anterior. Ésta inmediatamente tira a la tercera; cae la cuarta. ¡Para! 
¿Qué pretendes insensato?
Empiezas a vislumbrar algo, un resquicio de luz quizá, pero no es la claridad a la que estás acostumbrado. Es una sensación extraña y aparece la inseguridad propia a lo desconocido.
¡Piensa!
¿Arriesgas a descubrir que hay detrás de las piezas o te quedas a medio recorrido?
Cae la quinta...
¿Realmente tienes elección? ¿Estás siendo dueño de tus propias decisiones?
Ahora quizá no tengas vuelta atrás.
Seis, siete han caído. ¿Qué ves? ¿Qué oyes? ¿Qué sientes? Dudo que puedas responder con palabras. Dudo que existan si quiera palabras para explicarlo. Dudo del mundo.
Se derrumba la octava seguida de un grito.
¿Tan insoportable es lo que estás descubriendo? ¿Es por eso que agonizas en el suelo?
No quieres tirar más piezas, no quieres que caigan más. Ya has sufrido suficiente.
Ruegas, gritas, suplicas que no se desvele lo que hay detrás de ellas.
Prisionero de ti, que ya eres parte del juego, ya no tienes control sobre ti mismo.
La novena sucumbe al peso de los acontecimientos.
¿Qué haces llorando? ¿Qué tipo de interpretación a la luz le estás dando?
La décima pieza te golpea fuerte. Lo que estaba escondido ya queda prácticamente al descubierto. Sin embargo, ¿qué es eso que no llegas a descifrar aún? ¿Qué otro horrible secreto esconde?
Tic
Tac
La undécima cae estrepitosamente ante tu perpleja mirada.
Dime que ves, ¿por qué te levantas?
Descríbeme todo, dame detalles.
La duodécima con el reloj cayó...
¿Por qué lloras?¿Acaso lo que ves no hay quién lo entienda?

Cae la trece
                    Cae la venda
                                           Recoges todas las piezas parte por parte 
                                                                                                             Ríes y lloras
   Esto es el arte.

miércoles, 20 de febrero de 2013

(2)


Cuando las primeras luces de la mañana entran por la ventana, la vida comienza de nuevo. Volvemos a tener la conciencia que hemos perdido durante unas pocas horas sin poder evitarlo; volvemos a sentir el peso de nuestro propio mundo que nos aprisiona una vez más. Continuamos teniendo suelo firme debajo de nuestros pies. ¡Quién muriera por ser etéreo y librarse de estas anclas!

En el momento en el que el sol comienza a rozarnos la piel nos damos cuenta de que ya hemos tocado fondo incluso antes de salir de las sábanas; de que el día ya nos ha hundido a pesar de que no ha comenzado aún.

¿Para qué molestarse en abandonar el refugio nocturno? Sin embargo el sueño ya es perdido y los ojos comienzan a intentar saludar al mundo con cierta timidez. Un par de vueltas más en la cama y un último esfuerzo en vano por intentar conciliar el sueño nuevamente antes de incorporarse para contemplar el panorama matutino. Todo como siempre, la liviana luz del amanecer, alguna cancioncilla de los madrugadores gorriones y el escritorio lleno de papeles. 

Tras unos minutos intentado asimilar la sucesión de eventos que pasarán durante las próximas horas, te desperezas, te levantas, te diriges al escritorio con papel en blanco y bolígrafo en mano y decides que por un día no quieres hacer frente a la vida.